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Concurso educar en Valores 8 (parte I)


8. Educar en valores primero a los padres
 
Sobre la elección de las lavadoras, las clases de preparación de parto, el inicio en la paternidad de unos padres primerizos, o, como sería el esbozo de ese manual para padres que todos buscamos en la canastilla de la cuna cuando nos trajeron a nuestro hijo y que nunca encontramos debajo del paquetito de las dos muestras de pañales Dodot.

Al comprar una lavadora pretendemos sacarle el máximo rendimiento, para eso hay que saber usarla. Hay un tipo de personas que cuando la compran o les traen el aparato a casa bombardean al vendedor o al técnico con preguntas para que les explique como van los programas y cual se adapta mejor a su tipo de ropa. Otros prefieren leerse de cabo a rabo el manual, incluso la sección de desembalaje e instalación, aun cuando esto ya lo ha hecho el del reparto. Un último grupo pasa de vendedor y de manual y empieza a experimentar para que servirá ese botón o simplemente piensan que no variará mucho de como funcionaba el aparato anterior.  Sé que muchos se escandalizarán, pero yo creo que una gran mayoría de padres actúa de la misma forma cuando les llega a casa su hijo. Están los que preguntan a los abuelos, a las amigas, a los vecinos y en ocasiones incluso al pediatra.  Otros, en el quinto mes, ya se han leído todos los libros de maternidad de la biblioteca local, lo que había en la librería y lo que ha pillado por internet o les han regalado, se ha subscrito a tropecientas revistas incluso tienen sus propias opiniones de la metodología de fulanito y las teorías de menganito y tiene bien claras cuales piensan seguir en la crianza de su hijo.  Algunos van improvisando sobre la marcha o se limitan a repetir los arquetipos y formas con las que fueron educados. Me diréis que existen dos grupos más. Los que recurren a las guarderías, serían los que recurren a las tintorerías y finalmente, los que por unas circunstancias u otras ese hijo acaba siendo educado por los abuelos… vendría ha ser algo así como el eterno “emancipado  treintañero” que los fines de semana le lleva una bolsa con ropa sucia a su madre y se marcha con la limpia de la semana pasada y los tuppers para los próximos seis días.
Antes de nacer los padres primerizos vamos a las charlas del Prenatal y a las clases de preparación de parto. En el Prenatal se nos enseña con un muñeco muy mono como se viste y se baña el niño…. Ya me gustaría a mi conocer al bebé que al bañarle y vestirle se dejaran manejar, estuvieran tan quietitos y colaboraran como el muñeco, ¡Ja!.  En las clases de las matronas también se enseña eso con un muñeco además de como irá el parto y como afrontarlo. No tengo nada en contra de estas charlas, incluso recomiendo a las matronas aunque tengáis que tener un parto por cesárea. Lo cierto es que si en algún momento ocurre algo durante el parto, el equipo médico se encargará de actuar y proceder lo mejor posible y si la madre resulta una histérica la dormirán y se encargarán de que todo salga bien. Así que decir que lo del parto es lo de menos puede parecer frívolo. Realmente se nos prepara mucho para ese momento pero nunca se nos prepara para lo que se nos va a venir luego encima. Los niños vienen sin manual, así que el futuro de los pobres dependerá de los papás que le hayan tocado y de como irán resolviendo los problemas a lo largo de su educación.
Cuando Cintia nos propuso el tema de los valores pensé en un principio con los valores que les damos a los niños para educarlos, pero he pensado que una visión distinta sería comentar los valores que tienen que aprender los padres para educar a los niños. Me explicaré, cuando yo era pequeña  si algo no le gustaba a mi madre tenía unos buenos zapatillazos asegurados u otros castigos, en este caso yo obedecía por miedo al castigo y asumía ese aprendizaje fruto de un castigo, no de un razonamiento, un trabajo educador o la adquisición de un respeto por ciertas cosas y personas. Cuando mi hijo mayor era aún pequeño una vez lo reñí y me quité mi zapatilla, entonces él se quitó la suya haciendo lo mismo que yo. Aún recuerdo su mirada, entonces me dijo “si tú, yo sí”.  En ese  momento vi que lo único que estaba haciendo era repetir aquello que habían hecho conmigo y que yo odiaba tanto. Estaba repitiendo el modo de lavar la ropa de tiempos de mi madre… pero….  ¿si hoy lo hacemos de otra forma?… ¿Por qué no la empleaba?  En ese momento comprendí que por desgracia a mí se me había criado de una forma cuya mayor enseñanza se había convertido en lo que no debía hacer para criar a mi hijo. Tenía que reducarme.  Cambiar de prioridades para en lugar de recurrir a ello tener otras opciones para conseguir del niño su aprendizaje. Con el tiempo he ido adquiriendo una serie de “valores” que me he tenido que auto aplicar para empezar ha ser padres. Lo que intentaré ahora es realizar un pequeño esbozo de ese maravilloso manual de instrucciones que a todas nos hubiera gustado que viniera con la canastilla que nos traían después del parto (ya nos gustaría que existiera un manual de esos).
Imagino que a estas alturas más de uno estará preguntándose como es que esta se cree tan experta en educar a un niño. Os diré una cosa, a mí me tocó hacer un master. Pero no un master de universidad, no, cuando mi hijo mayor tenía tres años casi no hablaba y jugaba al lado de los otros niños pero no con los otros niños. Creíamos que no oía, pero las pruebas fueron todas correctas. Finalmente acabamos en el despacho de una neuropediatra, con el peque en el suelo jugando con unos camiones y nosotros leyendo un informe que nos decía que ese niñito que teníamos al lado tenía un diagnostico de Trastornos Generalizados del Desarrollo (TGD), es decir, tenía una serie de rasgos del llamado espectro autista. En mi vida he pasado por muy malos momentos, pero ninguno tan doloroso como ese, literalmente sentía como mi corazón se iba rompiendo. Los siguientes días eran de no poder creérselo, fueron horribles. ¿Cómo le cuentas tú eso a tus padres?  Mi padre no paraba de llorar. Tenía lo que hoy en día clasifican como un niño especial.
Una semana después del diagnostico estaba hablando con una amiga mía y cuando le dije que  el peque era especial me riño. Me dijo que mi hijo era el mismo ahora que hace una semana o hace quince días, que si hasta ese momento le había tratado como un niño normal no tenia porque ahora tratarle de forma diferente, lo que tenía que hacer era ayudarle a salvar el obstáculo  que tenía en comparación con los otros chicos. Seguía siendo un niño como cualquier otro. He comentado esto porque no voy a tratar el valor de la diversidad. El lema del cole al que ahora va es "todos iguales todos diferentes". A menudo cuando la gente se refiere a esta frase suele ser para indicar diferencias sociales, culturales, religiosas, de sexo, edad... normalmente se olvidan de las otras. El hecho de que vuestros hijos jueguen con ellos, les saluden o les den una palmadita en la espalda no implica que se contagien, aunque muchas veces parece que la gente debe pensar esto. Me gustaría que la gente fuera más consciente del daño que pueden hacer a esos niños y a sus familias ya que es algo que le puede tocar a cualquiera sin distinción de raza, religión, cultura, diferencia social y tanto afecta a niños como a niñas y es para siempre desde que naces hasta que eres viejo. Los primeros años después del diagnóstico recuerdo que cuando salía a la calle y veía todos los niños con sus padres me daban cierta envidia y pensaba ¿porque me había tocado a mí?. Mi cura de humildad la tenía todas las tardes cuando iba a buscar al peque al cole. A esa hora cuando salía de casa paraba enfrente un autocar de un cole para niños con síndrome de Down. Entonces pensaba que posiblemente cualquiera de esos padres mataría por tener el tipo de niño que tenía yo y que no tenía ningún motivo para quejarme. Aunque bien pensado, aunque sus hijos fueran “diferentes”, también eran unos niños iguales al mio y a los demás… que fácil nos resultaría si la gente tuviera algo más de empatía.
Recuerdo que el papá del peque solo decía que el niño no podría ir a la universidad. Yo en lo único que pensaba es que mi objetivo sería que a la larga mi hijo llegue a ser una persona feliz. Los valores que rodean al término "persona" para conseguir realmente eso, alguien autónomo, con un futuro, una vida y unas expectativas mínimamente favorables, aceptado por los demás y lo que implica el sentirse feliz, es decir, el estar y sentirse conforme y a gusto con lo que se es o se ha llegado a ser.
Tras muchas batallitas que no entraré en ellas, un divorcio de mutuo acuerdo a los pocos meses del diagnóstico, acabamos en manos de un gabinete psicopedagógico y allí encontramos uno de nuestros primeros “ángeles de la guarda” fue Noemí. Ella primero y otros después fueron los que nos hicieron ver que antes de educar a nuestro hijo teníamos que educarnos a nosotros.  Y aquí es cuando entra la humildad de reconocer tus fallos y la fortaleza para querer mejorarlos y finalmente corregirlos, los padres no somos perfectos ni mucho menos, nos queda mucho que aprender.
Cuando tenemos que empezar a prepararnos como padres. Yo creo que debería ser antes de buscar el hijo. Un amigo mio me comentó una vez que un niño para ser feliz debería haber oído la risa de su madre y la voz de su padre cuando estaba en el vientre. Otro compañero de trabajo me decía que los niños dependen tanto de su madre porque nosotras les llevamos nueve meses de ventaja. Todo ese tiempo han estado oyendo nuestro corazón, nuestra voz, los ruidos de nuestro interior y no empiezan a oír los del padre hasta que salen. Creo que los dos tienen algo de razón. El niño tendría que oír más a menudo la voz de su padre que le dice cosas en el vientre de la madre, sería una forma de compensar estos nueve meses y de irnos mentalizando que la educación de un hijo es cosa de dos y empieza lo más pronto posible por eso hay que compartir desde un principio.
Me he encontrado con gente que decía que había buscado el niño o bien porque estaba harto oír las quejas de la madre/suegra que ya era hora de ser abuela, porque sus amigos tenían todos hijos y así al menos se sentirían otra vez más incorporados en el grupo, o bien porque se les estaba pasando el arroz. ¡Como si la maternidad fuera un picnic en la Malvarosa!. Hay que tener muy claro que se quiere ser padre, porque cuando esa criaturita salga, tú vida cambiará radicalmente y dejaras de vivir para ti durante mucho tiempo.  Un padre tiene que ser lo menos egoísta posible ya que su prioridad debe ser su hijo, no su propio bien,  tiene que ser generoso, también tiene que aprender a amarlo y comunicarse con él lo antes posible.

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Después de que dimos el primer pasito hoy hemos dado el segundo. Una vecina mía que tiene trillizos, ya de 6 años, me vino ayer con unas de esas cosas que se ponen en la cama de los niños para que no se caigan porque ya no las usa. Hablando le conté el intento fallido que tuvimos el otro día de ir a Ikea a comprar unas camas (porque me salté la salida en la autovía y no supe volver, jejeje) y me dijo que tenía una cama en el trastero que me la daba. Así que dicho y hecho. Me pareció perfecto empezar con uno de ellos para hacerlo poco a poco, para estas cosas mejor de uno en uno. Le tocaría sin duda a mi niña que está ya muy estrecha en su cuna. Es una cuna especialmente pequeña, más que las de sus hermanos, podéis verla en la entrada que comento al principio. Pues me he tirado media mañana montando la cama y reorganizando la habitación de los peques para que entrara bien, ahora tengo dudas de si entrarán tres camas.... Ha quedado tal que así: A un lado la cama de la niña